Año 1 después del fin del mundo conocido

 


 Seguramente a todos nos esté pasando algo similar cuando vemos el calendario. Ha pasado un año desde que nuestras vidas cambiaron completamente, y por lo menos yo, estos días estoy especialmente sensible y nostálgico. Recuerdo perfectamente que el día 8 de marzo, domingo, acudí al estadio de Vallecas a ver el partido disputado entre el Rayo Vallecano y el Elche. Salí muy enfadado, como la mayoría de los asistentes, ya que a pesar de comenzar ganando el equipo local, el partido terminó 2-3 con victoria para los alicantinos. Si los ahí presentes hubiéramos sabido lo que sucedería en los siguientes días, la despedida hubiera sido más efusiva.

Al día siguiente, mientras iba a dejar a mi hijo a la escuela, comenté con el padre de otro niño el rumor que comenzaba a extenderse: que la Comunidad de Madrid iba a cerrar las escuelas. No se sabía aún si serían todas las escuelas del territorio madrileño o solo las ubicadas en el corredor del Henares, donde se localizaban las zonas afectadas por este nuevo virus. Recuerdo verbalizar en esa conversación lo que me preocupaba en ese momento: que el cierre fuera parcial y tanto mi mujer como yo tuviéramos que acudir a trabajar, pero mi hijo no tuviera escuela. Ese mismo día, por la noche, hubo una rueda de prensa donde el presidente de España y la presidenta de la Comunidad de Madrid informaron que las escuelas quedarían cerradas a partir del miércoles, hasta nuevo aviso.

Unas semanas antes, en la empresa donde trabajaba decidieron escuchar una petición que llevaba un par de años pendiente de respuesta: la posibilidad de teletrabajar. Nos comunicaron que durante el mes de marzo y los siguientes dos meses comenzaríamos a probar si funcionaba, teniendo todos los empleados la posibilidad de teletrabajar un día a la semana. Teníamos que organizarnos para no hacerlo todos a la vez, y en ese reparto, por suerte, yo había elegido el miércoles 11 de marzo de 2020 para comenzar. Así que ese día podía cuidar de mi hijo sin pedir un permiso especial. Recuerdo que la mañana del 13 de marzo decidí dejarlo dormir todo lo que quisiera, mientras yo trabajaba, y una vez que despertó, intenté hacer una "asamblea", como hacía él en su escuela, pero utilizando a sus muñecos de peluche como compañeros.

El jueves 12, mi empresa decidió probar si los servidores podrían soportar a toda la compañía teletrabajando a la vez, alrededor de 100 personas, y para ello nos pidieron que todos nos quedáramos en casa y nos conectáramos. El resultado de la prueba fue positivo, por lo que ese mismo día por la tarde nos enviaron un comunicado para decirnos que, a partir de ese día, todos debíamos trabajar en remoto.

El sábado 14 de marzo hubo una comparecencia por parte del presidente de gobierno de España, para comunicar que, a partir del día siguiente, entrábamos en estado de alarma. Quedaba prohibido salir de casa salvo por causas de fuerza mayor. Oficialmente, ese día comenzó el confinamiento estricto y el fin del mundo conocido. A partir de ese día, nuestras vidas han cambiado completamente. Comenzamos a valorar las pequeñas cosas que hacíamos antes: abrazar a nuestros seres queridos, darles un beso, salir a la calle sin ningún tipo de restricción ni medida de seguridad, acudir a conciertos, espectáculos deportivos y aglomeraciones sin miedo.

Como este blog es acerca de marketing, también hay que mencionar los cambios que han ocurrido en este año: hemos descubierto que los clientes, proveedores, jefes, compañeros y demás personas con las que teníamos una relación diaria, son eso precisamente: personas. Nos colamos en sus casas, en sus cocinas, salas de estar, incluso a veces habitaciones. Conocimos a sus familias. Vimos cómo muchos niños se colaban en reuniones importantes, recordándonos que en el mundo existen otras preocupaciones con mayor relevancia.

Muchos pequeños comercios han tenido que cerrar, algunos de forma temporal y otros definitiva, por la imposibilidad de mantenerse tanto tiempo sin el nivel de ingresos habitual. Al cerrarse muchas empresas, el desempleo ha aumentado considerablemente. Mucha gente se ha sensibilizado sobre el apoyo a los comerciantes de barrio, modificando sus hábitos de compra y abandonando las grandes empresas como sus habituales proveedores. La tecnología ha irrumpido en nuestra vida de forma obligatoria. Los comercios han tenido que implementar la venta online como forma de subsistencia, si su ramo lo permitía. Y la gente se ha acostumbrado al uso de muchas plataformas que, hasta hace un mes, eran totalmente desconocidas.

Al principio se decía que de esto íbamos a salir mejores. Después de un año, creo que saldrá mejor el que quiera implementar todos estos aprendizajes forzosos en su vida. Y habrá muchos que se quieran aferrar al mundo conocido hasta antes de marzo de 2020. La adaptación y evolución, antes una opción, ahora son obligatorias para todos. Parece que con las vacunas volveremos a lo que era antes, pero no nos engañemos. Cuando dejemos de tener las restricciones con las que actualmente convivimos, no seremos los mismos. Del aprendizaje que consigamos obtener de esta situación dependerá que seamos capaces de adaptarnos al nuevo mundo que nos espera.

La clave del éxito