La segmentación incorrecta


“No se ha visto mi anuncio” “¿Seguro que está saliendo?” “Ponme en mi programa favorito”.  Estas frases las he escuchado miles de veces, y lo único que hacen es reafirmar mi idea: no sabemos segmentar.

Como ya habréis podido deducir, soy planificador de medios, que en resumen significa que mi trabajo consiste en poner la publicidad en los medios adecuados para que sea vista por el público objetivo al que se dirige la campaña.  Cuando se tienen grandes presupuestos para publicidad, se puede hacer lo que en el sector llamamos “matar moscas a cañonazos”: ir a lo grande, a todos los medios, a todos los canales de TV, en todos los programas de máxima audiencia.  Sin embargo, esto suele ser lo menos común.  Lo normal es que tengamos un presupuesto limitado y tengamos que pensar muy bien dónde poner la publicidad para que sea efectiva.

Estas decisiones implican una responsabilidad muy grande, ya que, de ser correctas, tendremos un ROI bastante alto, el anunciante conseguirá el objetivo que busca con la campaña (que la mayoría de las veces es incrementar ventas, aunque no siempre) y todo el mundo estará contento.  Por ello, para tomarlas no podemos (ni debemos) basarnos únicamente en nuestra experiencia personal: siempre, siempre, siempre, tenemos que tener en la cabeza a nuestro público objetivo.

Y este es el verdadero problema: saber segmentar.  Desafortunadamente, esto no se aprende en la universidad, no se dan cursos empresariales, no se imparten conferencias magistrales.  Para definir bien a tu público objetivo, tienes que usar el sentido común, todos los datos estadísticos que puedas encontrar en internet referentes a tu actividad e incluso hay quienes se lanzan a hacer pequeñas encuestas entre sus conocidos para ver sus reacciones.  Por cierto, esto último lo veo con poco fundamento científico, ya que, aunque preguntaras a 100 amistades (en caso de que tuvieras 100 amigos), la muestra utilizada es bastante pobre como para tomar los resultados como concluyentes.

No todo está perdido, queridos lectores, ya que, en estos tiempos de redes sociales, suele ser de gran ayuda los datos que nos proporcionan dichas fuentes: podemos sacar el perfil de nuestros visitantes para saber a quién le llama la atención nuestras publicaciones.  Pero no caigamos en la tentación de hacer el retrato robot de nuestro público objetivo: mientras más condicionantes pongamos en la segmentación, menos número de personas serán parte de este conjunto, por lo que mis posibilidades de encontrarlos y transmitirles el mensaje serán cada vez menores.

Piensa que vender se parece mucho a ligar: si salgo por la noche buscando una chica de 30 años, rubia, de ojos azules, que tenga una maestría, mida 1,70, delgada y que lleve un vestido con flores, es muy probable que esa noche vuelva solo a casa.  También puedo matar moscas a cañonazos, aunque para eso tendría que tener recursos ilimitados.  En cambio, si soy capaz de definir bien a mi público objetivo, este abarca un segmento de población suficientemente representado y consigo captar su atención, es probable que mi comunicación tenga éxito.

Aprende a decir "no"

 

Como muchos sabéis, nací en Querétaro, México, pero llevo más de 16 años viviendo en Madrid.  Y una de las cosas que más me impactó cuando llegué a España fue la facilidad con la que la gente dice que no.  De hecho, al principio me sentía bastante molesto en algunas situaciones, porque recibía un no rotundo, rozando lo que a mi parecer era mala educación.  A partir de ahí, comencé a fijarme en la dificultad que tenemos en México para decir esa palabra: buscamos eufemismos, evasivas, incluso mentimos antes de hacerlo.

Desafortunadamente no saber frenar cosas a tiempo pueden causar problemas.  Recuerdo que cuando comenzaba a trabajar, mi jefa me preguntaba si sabía hacer tal o cual cosa, y yo, por vergüenza de que pensara que no era competente, le decía que sí.  Ella, consecuente con mi respuesta, me dejaba encargado de tareas para las que nadie nunca me había explicado cómo hacerlas.  Resultado: tardaba el doble en hacer algo y muchas veces lo hacía mal.  Eso significa gasto de recursos y de tiempo.  Después de un par de situaciones entendí que es mejor asumir tus limitaciones y recurrir a quien pueda enseñarte.

La otra cara de la moneda respecto a decir que “no” se refiere al respeto.  Imaginad esta situación: un grupo de 10 personas, 23:00 horas, saliendo de un restaurante, uno de ellos dice: ¿qué os parece si nos vamos a (rellene aquí con el sitio de su preferencia)? ¿Qué pasaría si la respuesta de alguno de los otros 9 sujetos fuera que está cansado y que se va a su casa? ¿El resto del grupo respetaría su decisión? Lo más probable es que lo siguiente sea un acoso directo para que el que se quiere ir cambie de opinión. Para evitarlo, en México, probablemente ese sujeto que se quiere ir a su casa se vea obligado a mentir (“Sí, después los alcanzo”). 

En el mundo empresarial también nos encontramos con algunos “no” camuflados, que afectan directamente a las transacciones y al desarrollo de la empresa.  Proveedores que te dicen que “en breve” te mandan la factura y nunca llega, clientes que “ahora” te hacen el ingreso o incluso empresarios que dimensionan mal sus posibilidades y prometen cumplir con plazos o condiciones imposibles.  En el mundo empresarial, el tiempo es dinero, y cada vez que alguien aplica alguna de estas evasivas existen unas pérdidas económicas que en muchos casos son irrecuperables.  Cómo cambiarían las situaciones si desde el principio dijéramos que no.  Sin culpas, sin reproches.

Estamos tan acostumbrados a engañarnos que nos lo hacemos a nosotros mismos y no somos capaces de decirnos que no.  Con esto no me refiero a cortarnos las ilusiones en el momento de emprender algún proyecto difícil, pero sí creo que es necesario ser honestos con nosotros mismos, conocer nuestras capacidades, virtudes y limitaciones, estudiar detenida y fríamente las situaciones a las que nos enfrentamos, y si la conclusión de estas reflexiones tiene que ser un no, decirlo alto y claro: No. 

Y tú, estimado lector: ¿cuántas veces te has quedado con las ganas de decir que no?

La clave del éxito