Me encanta ir al circo, no me escondo. La magia del lugar provisional, que hace que la experiencia efímera agregue un toque diferencial, las luces, los olores, la disciplina y la preparación que requieren los artistas para desarrollar su número, las voces de admiración, las carcajadas, los gritos de los niños. Es como abrir una caja y sacar miles de tesoros, uno a uno, dedicándole el tiempo que requiere cada uno para admirarlo en todo su esplendor. Y aunque todos los elementos del circo son indispensables para desarrollar los espectáculos, hay uno en particular, en el que nunca reparamos, pero que se convierte en uno de los pilares fundamentales: la red de protección.
Vemos cómo los equilibristas hacen movimientos imposibles en un estrecho cable, nos admiramos de los trapecistas volando por la carpa, pero no nos damos cuenta de que abajo hay una red que les brinda a los artistas la seguridad para arriesgar su vida. Reparamos en su presencia cuando el presentador avisa que, para el siguiente número, el artista ha decidido prescindir de ella, y un sudor frío recorre nuestra espalda.
Y así como, cuando disfrutamos del espectáculo del circo, no reparamos en la presencia de la red de protección; en nuestra vida diaria tampoco nos damos cuenta de cómo está tejida nuestra red debajo de nuestros pies. Esta red no está hecha de cuerda; está tejida por elementos mucho más valiosos y delicados: nuestra red de protección está hecha de contactos. No somos conscientes, pero en cada interacción con cualquier persona que realizamos en nuestra vida, estamos tejiendo y agregando elementos a nuestra red. De vez en cuando nos damos cuenta de su presencia, sobre todo cuando recurrimos a ella, y agradecemos tener ese soporte que nos evita hacernos daños en las caídas.
No sabemos en qué momento necesitaremos una pequeña (o gran) ayuda, y muchas de las veces en las que solicitamos apoyo, nos llevamos muchas sorpresas respecto a las personas que acuden en nuestro rescate. Un ex compañero de universidad, una vecina, el marido de una compañera de trabajo. Cada una de las personas con las que interactuamos en nuestra vida puede llegar a convertirse en una oportunidad para abrirte nuevas opciones en el ámbito laboral, comenzar un pasatiempo nuevo, realizar el viaje de tus sueños, apoyarte en un momento de debilidad personal.
Tenemos grabado en la mente que, para conseguir el éxito en la vida, solo necesitamos esforzarnos. Y en parte es cierto, el esfuerzo es muy importante, pero no es el único elemento necesario para conseguir nuestros objetivos: tener una buena red de contactos nos ayudará a abrir muchas puertas a las que, de otra forma, nos sería imposible acceder. Una vez dentro, dependerá única y exclusivamente de nuestro trabajo aprovechar la oportunidad brindada.
La solidez de nuestro tejido dependerá, en parte, del tiempo que dediquemos a cada uno de esos elementos. Es importante cuidar de nuestra red, para que cuando llegue el momento de usarla, esté en las mejores condiciones para sujetarnos. Asimismo, la mejor forma de hacer crecer esta red es vigilando nuestra forma de interactuar con amigos, pero sobre todo con desconocidos. Muchas veces tendemos, en situaciones en las que tenemos una cierta superioridad, a tratar de forma no muy correcta a otras personas, sin darnos cuenta de que podríamos estarnos cerrando una oportunidad futura.
Por último, cuando sintamos que es el momento de utilizarla, al igual que los trapecistas, no dudemos en lanzarnos a ella. Nadie mejor que tú mismo sabe las necesidades que tiene, y aunque a veces no lo veamos, es muy probable que alguien de tu red de contactos tenga la clave para solucionar alguna de tus necesidades. No dudes en pedir ayuda, como no dudarías en ayudar si alguien te lo pide.
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